El Fin de la Globalización
De niño, jugaba Monopoly (se llamaba Turista Mundial en mi época en México), donde quien ganaba, terminaba dominando todas las propiedades. Una ventaja temprana se amplificaba exponencialmente: más propiedades generaban más rentas, que permitían comprar más propiedades, etcétera. El juego terminaba con un jugador dueño de todo y los demás sufriendo, hipotecadas sus propiedades o en bancarrota.
Si bien es un simple juego, esta misma dinámica define al capitalismo. En 1980 el top 1% concentraba 20-22% de la riqueza mundial y al día de hoy este número asciende a cerca del 50%. Esto no lo digo como crítica al capitalismo, que es un sistema mucho mejor que cualquier otro que se haya intentado. Es innegable que la población mundial vive mucho mejor que hace un siglo, pero esto viene de la mano de una mayor concentración y desigualdad. El juego está diseñado así.
Funciona de esta manera porque el retorno al capital supera consistentemente al retorno del trabajo, y los retornos al capital se reinvierten (efecto compuesto), mientras que en el trabajo es difícil generar excedentes significativos, llevando a una acumulación en manos de los dueños del capital.
Esta concentración de riqueza a nivel de individuos no necesariamente se veía a nivel de países, donde históricamente los países emergentes crecían más que los desarrollados, llevando a una convergencia de riqueza. ¿Por qué se daba algo diferente entre países que entre individuos? Principalmente por el arbitraje en los costos de la mano de obra y el comercio internacional.
Durante los últimos 50 años el capitalismo creció basado en integración global y comercio internacional. La premisa se basaba en una mano de obra que representaba 50-60% de los costos de producción y que era sustancialmente más barata en países emergentes. Esta realidad impulsó la globalización, deslocalizó fábricas, erigió a China como "fábrica del mundo" y convirtió a México y el Sudeste Asiático en eslabones cruciales de las cadenas globales.
El arbitraje laboral era extraordinario: un empleado en países desarrollados costaba hasta 10 veces más que uno en mercados emergentes. Esta diferencia justificaba complejas cadenas de suministro, y fue el principal motor de la globalización y los tratados de libre comercio. Aunque los sueldos siguen siendo dispares, el mundo que llevó a estas condiciones se está desvaneciendo.
El comercio internacional como porcentaje del PIB global alcanzó su pico histórico en 2008 (61%) y desde entonces se ha estancado o incluso ha bajado durante los últimos 10 años. No es fluctuación cíclica; es transformación estructural. El mundo vio una globalización el siglo pasado, y ahora seremos testigos de una regionalización y localización en los siguientes años. En vez de acuerdos, veremos políticas proteccionistas e impuestos a la importación.
La Revolución que Cambia Todo
La inteligencia artificial y la robotización avanzada están destrozando la ecuación tradicional. No es difícil pensar en un futuro cercano donde la participación de la mano de obra humana en los costos de producción se desplome a 10-20%. Suena como una utopía un futuro donde no tengamos que trabajar, pero para quienes estamos en mercados emergentes, podría ser una pesadilla. ¿Cómo superarnos como país cuando nuestros empleos se evaporen y no podamos competir? Tampoco tenemos una economía interna robusta como para ser autosustentables ni un motor que funcione de manera independiente.
Los números son contundentes: en 2023 operaban 4.28 millones de robots industriales globalmente, con una densidad de 162 robots por cada 10,000 empleados manufactureros —más del doble que hace siete años (Corea del Sur tiene más de 1,000 robots por cada 10,000 empleados; hacia allá vamos todos). El efecto multiplicador viene cuando esta automatización se combina con la IA generativa.
A diferencia de automatizaciones anteriores, la IA amenaza actividades no rutinarias, tanto cognitivas como manuales. McKinsey revela que, aunque menos del 5% de las ocupaciones pueden automatizarse completamente, aproximadamente 60% tienen al menos 30% de actividades automatizables. Goldman Sachs proyecta que la IA podría reemplazar el equivalente a 300 millones de empleos de tiempo completo.
El Gran Realineamiento Geopolítico
Cuando la mano de obra se reduce a una fracción minoritaria del costo total, la globalización pierde sentido. ¿Qué sentido tienen complejas cadenas para ahorrar en un factor marginal? Otros elementos pasan a primer plano: costos energéticos, logística, velocidad al mercado, estabilidad geopolítica y protección intelectual. También, establecer acciones proteccionistas y el nacionalismo funciona bien para los políticos en las elecciones (pregúntenle a Trump).
La automatización actúa como "realineador geopolítico", haciendo viable la producción local en países de altos salarios. Desde 2010, Estados Unidos ha anunciado la repatriación de casi 2 millones de empleos, con 287,000 solo en 2023. Los tratados de libre comercio se renegocian mientras las amenazas proteccionistas se multiplican.
Con todo esto, estamos presenciando el principio del fin de la globalización y el inicio de una nueva era de producción local, fin de empleos, inclusión de robots y políticas proteccionistas.
Para América Latina, este escenario presenta una paradoja brutal. México, ahora el mayor socio comercial de Estados Unidos, vive el sueño y la promesa del nearshoring sin precedentes. Sin embargo, esto podría quedarse en una intención y nunca materializarse completamente.
Según CEPAL, hasta 41.4% de los empleos mexicanos tienen alto riesgo de automatización —una de las cifras regionales más altas— afectando precisamente los sectores de ensamblaje que forman la columna vertebral del modelo exportador.
Si las fábricas se vuelven prácticamente automáticas y sin empleados: ¿qué beneficio tiene venir a México y por qué no mejor instalarse directamente junto al centro de consumo?
El Fin de la Escalera del Desarrollo
Históricamente, el camino del desarrollo era claro: especializarse en producción básica, elevar el nivel educativo, enfocarse en industrias especializadas, robustecer la economía interna y entrar en un círculo virtuoso. Así crecieron los "tigres asiáticos" (1960-1990), Japón en los 50 y China como "fábrica del mundo".
La automatización amenaza con dinamitar esta escalera. Si la manufactura de bajo y mediano valor puede automatizarse y regresar a países ricos, ¿qué camino queda a los emergentes? Este fenómeno de "desindustrialización prematura" ya se observa en América Latina.
El resultado podría ser un mundo que deje de converger para divergir drásticamente. Las economías ricas, controladoras del capital, la tecnología y la propiedad intelectual, podrían entrar en ciclos de crecimiento impulsados por alta productividad automatizada. Los mercados emergentes corren el riesgo de quedar atrapados permanentemente en la "trampa del ingreso medio"; seríamos como fábricas con trabajadores, pero sin clientes.
Tres Futuros Posibles
El futuro regional podría bifurcarse en tres escenarios:
a) Diferenciación: Un pequeño grupo (Costa Rica, Chile) logra invertir masivamente en educación e I+D, especializándose en nichos de alto valor que complementan la automatización.
b) Proveedores de Materias Primas: La mayoría retrocede hacia economías dependientes de materias primas (litio, cobre, alimentos) y servicios no automatizables —modelo inherentemente volátil que los regresa a patrones del siglo XIX.
c) Marginación: Los países que no logran adaptarse quedan aislados, enfrentando inestabilidad social, crisis fiscales y estancamiento crónico.
Estimo que en México estaremos en un híbrido de los tres, dependiendo de la industria. Seremos expertos en servicios como hospitalidad, continuaremos exportando materias primas, pero la gran mayoría de la economía quedará relegada a la marginación y a no poder competir globalmente.
El Nuevo Contrato Social
Este mundo con participación laboral drásticamente reducida requiere un nuevo contrato social. McKinsey estima que 375 millones de trabajadores mundialmente podrían necesitar cambiar de categoría ocupacional para 2030.
La Renta Básica Universal (UBI por sus siglas en inglés) gana terreno como red de seguridad, aunque plantea desafíos fiscales monumentales para gobiernos con bases tributarias erosionadas, mayor gasto social y países estancados. Esto presenta un escenario de enfrentamiento entre empresarios y gobierno por la necesidad de una mayor recaudación. Se intentará cobrar más a una base empresarial ya de por sí golpeada por la desintegración global (¿leyeron Atlas Shrugged? Qué miedo).
La Puerta que se Cierra
La transformación que presenciamos no es meramente económica; es civilizacional. El modelo de desarrollo que sacó a cientos de millones de la pobreza llega a su fin, sin reemplazo claro.
Para México y América Latina, las decisiones de la próxima década determinarán si la región se convierte en participante activo de la nueva economía automatizada o queda relegada a espectador en la periferia.
El tiempo se acaba. La automatización continuará aumentando, con la pérdida de empleos y una baja en la integración comercial. Nuestra única oportunidad es replicar el caso asiático para crear economías locales relevantes, pero en un plazo máximo de 10-20 años, no en los 50-70 que a ellos les tomó.
Es imperativo utilizar el tiempo que queda no para continuar intentando un modelo obsoleto, sino para sentar las bases de una nueva economía basada en la innovación, el capital humano, la infraestructura digital y el consumo interno. Esto involucra mayor tecnología, planeación de largo plazo, sistemas educativos a nivel mundial, sistemas de ahorro, reinversiones locales, y un gobierno pro-negocios que establezca una alianza con el sector privado para robustecer el consumo interno.
El riesgo no es regresar a un Monopoly entre países donde todos eventualmente mejoran su nivel de vida. El riesgo es que ya no nos inviten a jugar y, al no estar en el mismo tablero de juego, quedemos relegados a nuestro destino con un aislamiento irremediable. Desafortunadamente no creo que estemos a la altura de lo que se necesita para competir. La puerta se está cerrando. Y cuando se cierre, será para siempre.